CÓMO DEFINIMOS A DI_S

03.03.2013 13:01

D-s ¿Cómo Definimos a Di-s?
31.01.2013 18:25
La gente puede discutir entre sí sobre Di-s durante todas sus vidas y no llegar nunca a una conclusión, porque todos pueden definir a Di-s de un modo diferente. Muchos que dicen rechazar a Di-s en realidad están rechazando una falsa definición de Di-s; si se les presentara una descripción adecuada, podría no haber discusión.
Cuando aparece la palabra "Di-s", todos tenemos alguna imagen preconcebida. Algunos pueden retener la imagen de su primera infancia, de un hombre con larga barba blanca sentado en un trono en el cielo, lanzando rayos sobre los que se portan mal. Para un niño, Di-s puede ser simplemente alguien que es más grande y más poderoso que su padre. Quizá sea una imagen aceptable para un niño pequeño, pero que un adulto piense en Di-s en términos tan corpóreos y simplistas es claramente insuficiente.
Nuestra propia definición de Di-s puede basarse en opiniones y posiciones de gente que consideramos religiosa. Podemos tener una impresión negativa de Di-s basada en la hipocresía que vimos en casa o en la escuela, o podemos tener sentimientos cálidos basados en el amor de nuestra familia, amigos o maestros. Nuestros sentimientos sobre Di-s han sido afectados también por los libros que hemos leído, las clases que hemos seguido, la música que hemos oído, y miles de otras influencias.

Antes de intentar decir nada sobre Di-s, en consecuencia, es vital arrancar las capas superpuestas de terminología e impresiones. Pero la primera pregunta es: ¿Por qué es necesario definir a Di-s? ¿Por qué no puede tener cualquiera su propia definición? Porque nuestra actitud hacia Di-s no es una cuestión privada. Afecta el modo en que nos comportamos en casa y en público, el modo en que tratamos a nuestra familia y a nuestros colegas, y el modo en que vemos nuestro papel en la vida.
Una persona que desea llevar una vida plena de sentido debe preguntarse: ¿Qué es Di-s? ¿Y por qué necesito a Di-s en mi vida? El modo en que respondamos a estas preguntas definirá, más que cualquier otra cosa, quiénes somos y cómo vivimos nuestra vida, pues la pregunta por Di-s está en la raíz de todo comportamiento humano.
Cualquier definición humana de Di-s, en consecuencia, estará limitada por la subjetividad de la comprensión humana y los límites del conocimiento humano. Después de todo, no tenemos otro modelo más que nosotros mismos, con el cual medir. Así que, usándonos a nosotros mismos como diapasón, tratamos de extrapolar a Di-s. ¿Pero estamos realmente en posición de poder definir a Di-s? ¿Después de todo, estamos buscando definir a un Di-s creado a imagen del hombre, o a un hombre creado a imagen de Di-s?
Dado que Di-s es el Creador, somos creados a Su imagen. Dado que Di-s es una realidad, Él debe ser definido en Sus términos, no en los nuestros, pues Él también creó las leyes de la lógica y la razón. Obviamente, no es sensato suponer que nosotros, las criaturas, podamos definir a nuestro creador. No importa lo avanzada que sea una máquina, no puede hablarnos del ingeniero que la creó o sobre la visión y las fuerzas ocultas que lo inspiraron para crear.
Y aun así, si Di-s está totalmente más allá de nuestra comprensión de la realidad, ¿cómo podemos relacionarnos con Él? Antes de responder a esta pregunta, debemos examinar cómo tratamos de comprender a la realidad misma.
¿Qué es la Realidad?
Examinemos los diferentes enfoques posibles para definir la realidad. Debemos empezar por reconocer que la realidad, como cualquier otra cosa, se define en parte según los instrumentos que usemos. ¿La realidad consiste únicamente de lo que experimentamos a nivel sensorial, de lo que vemos u oímos o gustamos o tocamos u olemos? Esta definición no puede ser precisa, porque ignora nuestro intelecto y nuestras emociones. ¿Entonces la realidad se define por nuestras capacidades para pensar y sentir además de nuestras capacidades sensoriales? Esto también es insuficiente porque deja de lado el inconsciente, al que no se puede acceder cognitiva ni emocionalmente.
Nunca podemos definir la realidad total, porque abarca más de lo que nuestros limitados instrumentos humanos pueden observar o experimentar. Los seres humanos son sólo una pequeña parte de la realidad, una parte de un todo mucho mayor. La parte no define el todo; el todo define la parte.

¿Por qué tenemos un vocabulario tan amplio cuando se trata de hablar de negocios o diversiones o el clima, y cuando queremos hablar sobre nuestra persona íntima tenemos que esforzarnos por expresar nuestros sentimientos? ¿No debería ser más fácil hablar de nuestras emociones profundas que de cuestiones externas superficiales? Y aun así, cuanto más íntimo sea el sentimiento, menos palabras parecemos encontrar.
El motivo para esta paradoja es que la lengua es un instrumento limitado que no puede contener la intensidad de la expresión profunda e íntima. Para comunicar esa intimidad, usamos otros idiomas: el de la poesía y la música y el arte, y hasta el lenguaje del silencio. Podemos detenernos frente a un hermoso cuadro y sentir su efecto, pero nuestro idioma verbal puede ser inadecuado para describir ese efecto.

De modo similar, nos faltan instrumentos para definir la realidad. ¿Cómo sabemos que existe, entonces? Del mismo modo en que sabemos que nuestra parte íntima existe, aun cuando no podamos tocarla o definirla. Podemos ser incapaces de definir el amor, por ejemplo, pero cuando sentimos un abrazo amoroso, ¿hay alguna duda de que la emoción es tan real como el abrazo mismo?

Para ver la realidad, para atisbar en la realidad, debemos aprender a mirar nuestra existencia de un modo nuevo. Por los límites mismos de la naturaleza, tenemos una forma de observación "de afuera hacia adentro". Lo que nuestros instrumentos humanos pueden observar y experimentar (sensorial, intelectual y emocionalmente) es sólo un indicador de lo que yace debajo de la superficie. Empezamos observando los fenómenos físicos que nos rodean, y después usamos nuestras mentes y sentimientos para quitar las capas superficiales, tratando de aprehender las fuerzas internas que hacen que la naturaleza se comporte como lo hace. Si fuéramos capaces de quitar todas esas capas, empezaríamos a tener un atisbo de la realidad. Tal como es, percibimos en el mejor de los casos unas pocas capas externas de realidad, dejando intactas las capas interiores.
Si no podemos percibir la realidad, ¿cómo podemos tener una real percepción de Di-s? Porque Di-s quiere que los humanos lleguen a Él, Lo busquen, y se unan a Él. Por eso, usando como medio la Biblia, Di-s escogió definirse, para permitirnos comprenderlo y conocerlo, y así actualizar Su realidad en nuestras vidas.
Cuando Di-s envió a Moisés a liberar al pueblo judío del cautiverio egipcio, Moisés le pidió que Se describiera Se modo que Moisés pudiera probar la existencia de Di-s al pueblo. Di-s respondió: "Soy el que soy" (Exodo, 3:14). Al decirlo, Di-s estaba describiendo la esencia de Su realidad: esto es, Él existe porque Él existe.
Los seres humanos comprenden la existencia sólo como un proceso de causa y efecto; no podemos aprehender o siquiera imaginar una existencia que sea indefinida, que no tenga causa, que sea totalmente diferente de la nuestra. Nuestro concepto de la existencia está basado en la percepción empírica; algo existe sólo después de que probamos que existe.
Por el otro lado, Di-s no tiene otra causa que Él mismo; nada Lo precede; Su ser deriva de Su propia persona (Véase Tania, Igueret HaKodesh, sección 20 (130b)).

La existencia de Di-s debe existir, porque es la verdadera realidad.
Entonces, Di-s es una existencia distinta de cualquier otra existencia: "una existencia no existencial (Maimónides, Guía de los Perplejos, 1:57, 63).
Es real porque es real; una realidad que existe porque existe: "Soy el que soy".
En consecuencia, no podemos definir a Di-s. Si una persona fuera a usar la mente humana para probar, más allá de toda sombra de duda, que Di-s existe, no sería a Di-s a quien descubriría; sería sólo un producto de la mente humana. Para conocer verdaderamente la "naturaleza" de Di-s, tendría que ser como Di-s.

Para empezar a comprender a Di-s, entonces, debemos aprender a ir más allá de nuestra propia mente, nuestro propio yo, nuestros propios instrumentos de percepción. Sólo entonces aparecerá Di-s. Buscar a Di-s con nuestros ojos, con nuestro intelecto, con nuestra lógica, sería como tratar de capturar la luz del sol en nuestras manos. Di-s no es definible.
El hecho es, entonces, que no podemos encontrar a Di-s. Debemos permitir que Di-s nos encuentre a nosotros quitando todo obstáculo en nuestras vidas que Le impida entrar: el egocentrismo, la deshonestidad, la ignorancia, o nuestro mismo temor de reconocer algo separado y más grande que nosotros.

Entendiendo a Di-s como la esencia de la realidad absoluta, llegamos a una conclusión asombrosa: "No hay nada más aparte de Él" (Deuteronomio, 4:35.)
O, más simple aun: "No hay nada más" (Ibid., 4:39).
Desde la perspectiva de una realidad absoluta, no hay realmente nada más. Esta es la ley cardinal de la existencia: si ponemos un objeto de cien metros cúbicos dentro de un espacio de cien metros cúbicos, ningún otro objeto puede compartir ese espacio. Del mismo modo, si tenemos un objeto de tamaño infinito, ningún otro objeto puede ocupar ningún espacio, en ningún momento.

Esto es lo que pasa con Di-s. La realidad absoluta de Di-s, si bien se extiende más allá de las fronteras conceptuales de la "existencia", también llena la extensión completa de existencia tal como la conocemos. Lo que no deja espacio posible para ninguna otra existencia o realidad que podamos identificar: los objetos de nuestro universo físico, las verdades metafísicas que contemplamos, nuestras personas mismas. ¿Deberíamos concluir entonces que ninguna de estas cosas existe? No, pues Di-s nos ha dicho que existen. Pero no existen en su propia realidad; existen sólo como una extensión de la energía divina, una parte creada de una realidad absoluta y Divina, una realidad muy diferente a aquella que sólo nuestra mente puede percibir y todos nuestros instrumentos pueden experimentar. Para comprender y entrar en esta realidad absoluta debemos aprender a suspender nuestras rígidas percepciones humanas y permitirnos desarrollar nuevos modos de ver, pensar y creer. Y para hacerlo, antes debemos detenernos reverentes ante Di-s.
Selección extraída del libro "Hacia una Vida Plena de Sentido". Adaptado por Simon Jacobson de las Enseñanzas del Rebe de Lubavitch